Contaminación digital: Un desafío invisible en la era tecnológica

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En un mundo cada vez más interconectado, donde las tecnologías digitales se han convertido en una extensión esencial de nuestra vida diaria, surge una pregunta crucial: ¿qué impacto tiene nuestra creciente dependencia de la tecnología en el medio ambiente? Aunque rara vez se menciona, la contaminación digital se está convirtiendo en un tema de interés global que invita a repensar cómo las innovaciones tecnológicas pueden alinearse con los objetivos de sostenibilidad.

¿Qué es la contaminación digital?

La contaminación digital se refiere a las emisiones de gases de efecto invernadero y la huella ambiental que genera el uso y mantenimiento de las infraestructuras digitales, tales como servidores, centros de datos, redes de comunicación y dispositivos electrónicos. A medida que nuestra dependencia del internet y las plataformas digitales crece, también lo hace la cantidad de energía necesaria para sustentar esta infraestructura. De acuerdo con el doctor Guillermo Murray, investigador del Instituto de Investigaciones en Ecosistemas y Sustentabilidad (IIES) de la UNAM, los impactos de la contaminación digital son más profundos de lo que imaginamos, pues abarca desde la energía consumida por los servidores hasta los sistemas de enfriamiento necesarios para mantenerlos operativos.

El consumo de energía de los centros de datos

Uno de los principales responsables de la contaminación digital son los centros de datos, infraestructuras que almacenan y procesan la enorme cantidad de información que circula por internet. Estos centros requieren enormes cantidades de electricidad para funcionar de manera continua y, especialmente, para mantenerse fríos, ya que los servidores generan grandes cantidades de calor. Según Climate Action Network, los centros de datos representan aproximadamente el 2% del consumo eléctrico mundial, un porcentaje significativo si se considera que la demanda global de electricidad está en constante aumento.

El doctor Murray señala que calcular las emisiones de carbono provenientes de los centros de datos es un desafío, ya que muchas empresas compensan sus emisiones comprando bonos de carbono, lo que enmascara el impacto real de estas instalaciones. Según sus estimaciones, los grandes centros de datos generan alrededor del 4% de las emisiones globales de gases de efecto invernadero, una cifra alarmante que refleja el creciente impacto ambiental del sector digital.

El streaming: Entre el entretenimiento y la huella ambiental

El streaming, una de las actividades digitales más populares en todo el mundo, también contribuye significativamente a la contaminación digital. Cada vez que vemos una película o serie en plataformas como Netflix, estamos generando una huella de carbono. De acuerdo con un informe reciente de Netflix, una hora de streaming en Europa genera aproximadamente 55 gramos de dióxido de carbono (gCO2). Esta cifra es comparable a la energía utilizada para preparar cuatro bolsas de palomitas de maíz en el microondas o hervir agua tres veces en una tetera eléctrica en el Reino Unido.

Aunque el impacto del streaming ha sido históricamente subestimado, estudios previos señalaban cifras mucho más altas, con estimaciones de 3,200 gCO2 por hora de visualización, lo que equivalía a la energía consumida al hacer 200 bolsas de palomitas. Sin embargo, la reciente disminución en la huella de carbono indica que, aunque sigue siendo considerable, las plataformas están empezando a tomar medidas para mitigar el impacto de sus operaciones.

Nuevas tecnologías: Oportunidades y desafíos

El avance de las tecnologías emergentes, como la inteligencia artificial (IA) y el blockchain, presenta tanto nuevas oportunidades como nuevos desafíos para la sostenibilidad. Aunque estas tecnologías prometen transformar industrias y procesos, también requieren de un gran consumo de energía y recursos. El doctor Murray sugiere que es fundamental repensar cómo optimizar las infraestructuras existentes y reducir el consumo energético de las tecnologías sin comprometer su rendimiento.

Un ejemplo de innovación en este sentido lo encontramos en los centros de datos de países nórdicos, como los de Facebook en Suecia, que aprovechan el clima frío de la región y las energías limpias para reducir la necesidad de sistemas de enfriamiento y, de paso, minimizar la huella de carbono. Este tipo de prácticas demuestra que, si se implementan correctamente, las soluciones tecnológicas pueden ser más eficientes y sostenibles.

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